viernes, octubre 28, 2005

Entrada a Macondo ó la primera piedra

Hoy le he preguntado a mi madre, el titulo del libro que leyó mientras me llevaba en su vientre. "Preparación al parto" fué su respuesta. En fin, la historia se repite sin relajar su constancia en este mundo mío que da vueltas. Cuando esperaba una respuesta que explicase el porqué de mi vida, qué los labios de mi madre pronunciaran el nombre de algún filósofo, poeta o cuenta cuentos del que yo hubiera podido beber mientras me formaba. Nada. Viene la vida y me sorprende con su realidad indestructible. Mi madre, lectora incansable con unos ojos capaces de absorber toda la belleza del mundo, me estimaba demasiado ante de conocerme para perderse en los laberintos de la poesía y la ciencia a los que había dedicado sus pocos ratos libres.
Y es qué yo en mi pregunta intentaba adivinar el nacimiento de mi amor a la palabra. No me recuerdo más viva, ni más persona que el día que aprendí a leer. De repente todo el universo de ideas que bebí en mis 4 años de mundo tenía una salida y una razón de ser. Las palabras eternas bailaban para mi en los cuentos, la fantasía se hacía forma y yo podía acariciarla en el suave papel. ¿Como podía nadie decirme, que eran mentiras algunas de las cosas que otros escribieron? Nunca fuí demasiado niña para creer la infamia. La palabra da forma a la idea. La hace real, eterna, avasalladora en su fuerza y yo en los libros podía acunarla en mi regazo, como juguete preferido, como esa muñeca vieja que nunca te decides a tirar. No leía, devoraba los cuentos que luego narraba a compañeras de parvulario demasiado perezosas para obtener por si mismas sus tesoros. Y yo me sentía magnánima y generosa, porque adornaba de mi propia cosecha los cuentos añadiendo a las palabras movimientos y voces y fui la diosa insufladora de vida mas pequeña que los mitos hispanos hayan producido a mi saber. El don del cuenta cuentos. Me parí a mi misma como una Cleopatra encantadora de serpientes demasiado pequeña para jugar con culebras.
4 ó 5 años, ¿Cuantos tendría? pero la palabra me conoció a mi antes de que yo la reconociese en los libros. Los cuentos fueron la moneda de cambió para todo el que quiso conseguir algo de mi.
Mi padre descubrió pronto el enigma y aquel hombre que nunca cogía un libro, empezó a seleccionar las mejores joyas de la literatura y poesía infantil para su pequeña. Mi abuela me acunaba, inventando cuentos por primera vez en su vida para moralizar a la mas tímida y traviesa de sus nietas de los peligros de no hacer caso a sus padres. No tuvo mas riqueza a su muerte para legarme que unos pendientes y el que quizás fue el único cuento que creó en su vida., y me convirtió en la portadora de un tesoro único, creado por abuela más tierna del mundo, que decía no tener paciencia con los niños.
Mi madre me alimento de palabras, creó a lo largo de mi infancia todo tipo de fábulas y caperucitas rojas transformadas en niñas que me advertian de los grandes beneficios de beberse el vaso de leche para vencer al lobo. Sus cuentos me convirtieron ese tipo de persona que puede comer de todo. Gracias

Yo nunca he leído, yo he masticado las novela he descubierto el sabor ácido y dulce en mi estomago y me volví una enferma adicta a él. Palabras de distintas texturas, y allí en el fondo de todo, como misterio inalcanzable, la poesía descubierta como un enigma que se alejaba de mí, que por estar en todas partes no podía ser devorado y se convirtió en un velo de palabras transparentes que yo atravesaba a veces con mis manos para poder mirar la realidad del mundo. Ah poesía... caí en tu trampas, me has convertido en una adicta a la belleza, tu velo de palabras invisibles atrapó mi alma como seda a piel. Como arrancarte de mis ojos sin quedarme luego ciega. Tengo que depositarte aquí, para que no me ahogues y me dejes respirar.
Macondo es la primera agua, la tierra primigenia, el loto nacido de mi mente. la ciudad de los espejos mas joven del mundo.
Antígona