lunes, febrero 27, 2006

Requiem

Esta noche a eso de las doce hara justo un año que falta mi abuela. Como le puede pasar a tantisima gente, yo no empeze a notar la dureza de su ausencia hasta que supe de su enfermedad. Entonces la vi con mis ojos de adulto, y la comprendí mejor. Su dureza fría a veces y su rabia contenida y marcada. dejaba entrever de vez en cuando una ternura exquisita y una dulzura valiosa por lo rara. Ella confundía sobrevivir con ser dura. Pero cada vez que me interesaba más y más en conocer su historía, más y más la comprendía y la perdonaba. A su padre, militar de izquierdas ,se lo arrancaron de la mesa del almuerzo la guardía civil delante sus ojos y de los de sus hermanos mientras su madre iba a buscar la olla de potage a la cocina y todo por un ajuste de cuentas . Despues mi bisabuela persiguío aquella furgoneta hasta caer casi reventada al suelo. El mismo bisabuelo mío del que mi padre y yo heredamos la expresión de los ojos. El mismo hombre que tuvo que criarla a ella y a una de sus hermanas en una trinchera durante todo un invierno de lluvias.
Mi abuela tuvo que trabajar y pasar hambre desde entonces y aun así solía reirse a veces de si misma, de los demás y de la vida que le tocó. Yo aun escuche varias veces esa risa hasta poco antes de dejar de oirla para siempre. Ella reía con tanta fuerza y con tanta música que fué así como enamoró a mi abuelo. Él nos lo conto a mis primas y a mí en el tanatorio, el día antes del entierro.
Él paseaba vestido de militar por lo que ahora es el bulevar de Córdoba, donde antiguamente estaba la estatua del Gran Capitan que hay ahora en La Plaza Tendillas. Oyó unas risas de mujer se volvió y la vió a ella con un vestido color crudo estampado de florecillas. Nos dijo que se reía con fuerza, vete a saber de qué, mientras iba del brazo de unas amigas.
Él le dió catorce hijos, un poco de amor, no demasiada ternura, bastantes peleas y algun toque de sufrimiento, que termino de envenenarle poco a poco el alma. No se dió cuenta de lo mucho que amaba a su mujer hasta que supo que la perdía y nuestro trabajo nos ha costado a todos que no se fuese con ella.
Si me imagino a mi misma, con mi propia rabia particular y la vida y número de hijos para sacar adelante que saco ella, logrando mediante todo tipo de artimañas que se privaran de tener hambre. No se como sería yo, ni si me hubiese quedado menos dulzura que a ella, que nunca me conto un cuento pero me baño algunas veces con un gel que olia a rosas, me peino trenzas y me acosto entre las mismas sabanas recias y suaves que ella cosía en su maquina.
Podría quedarme con el recuerdo de algunos malos tragos, pero prefiero quedarme ese y el de algunas de las meriendas que hicimos juntas en mi niñez, con un hoyo de pan de telera mojado en aceite de oliva, pepinos frescos y tomates maduros con sal. Prefiero quedarme con ese sabor y esos olores, como el de las riquisimas tostadas con margarina que hacía en la estufa o el de sus tartas de galletas con chocolate y anís dulce, como una vez que se paso con el anís y casi acabamos todos sus nietos borrachos. Recordar tan solo, el olor dulzón de su barra de labios color rosa perla. . .
Quizás sea un error, pues dice mi mejor amigo que a nuestros muertos hay que recordarles tal y como fueron, sin filtros ni edulcorantes. Pero si alguién te ha pedido perdón y se ha esforzado en demostrarte su firme cariño antes de irse no veo porqué no puedo quedarme al final con lo bueno que es lo que más vale.
Mi abuela antes de meterse en la sala de operaciones a luchar contra una cabeza llena de tumores, nos dijo a todos que no nos preocupasemos, que todo iba a salir bien. Despues de 5 horas de operación aun nos vió de uno en uno y nos dijo que no nos preocupasemos que a la vida, como me dijo a mi en particular cuando entre a verla, hay que echarle cojones. También le dijo a sus hijas, a mi madre y a sus nietas que mientras dormía había roto unos escaparates de la calle Gondomar que cogió muchos vestidos y estaban en su casa esperando a que elijieramos el que mas nos guste.
Toda una vida de mujer limpia y honrada, para meterse a ladrona en sus últimos sueños. Pareció que todo iba a salir bien y ella hacía bromas de su cabecita rapada al día siguiente, diciendo que le trajesemos unas cadenas y una chupa de cuero para hacer el juego completo de abuelita panki, porque pensaba salir a la calle con un equipo musical y todo. Hacía esas bromas para que dejaramos de asustarnos. La operaron un 29 de diciembre y murío el 27 de febrero porque el tumor no le dió ni un mes de calma para empezar a reproducirse.
Después de la operación cuando aun estaba bién, se sento varias tardes a ordenar todas las fotos de hijos y nietos por pequeños albunes de familias, para que no hubiese problemas a su falta para repartirnos los recuerdos. Aun tuvo la entereza pocos días antes de morir, de reunir a todas sus hijas en el dormitorio, decirles que lo habían hecho bien, que no se preocupasen más, que sus hijos eran lo mejor que le dió la vida y que permaneciesen unidos siempre. Todos los hijos y nietos hicimos una especie de comuna en su casa entrando al dormitorio por turnos para estar con ella, comprando y cocinando entre todos y para todos. Dando alojamiento a los que venian de fuera y no cabian en su casa. A mi Tio Paco, el hermano más joven y apuesto de mi padre, y a su mujer les toco dormir en mi antigua habitación, en el piso de mis padres.
Cuando murió estabamos casi todas las mujeres con mi tio alrededor de su cama mirando fotos de ella de joven, yo miraba una de ella en bañador y cuando abrió los ojos y la boca para expirar se me cayo de entre las manos del susto y no me di cuenta hasta el dia siguiente. Saque del cuarto a mi prima Noemí que temblaba y fuí a avisar a mi padre, después a hacer tila para todos. Consolando a mis tias, no volví a entrar hasta que la amortajaban y tuve que maquillarle las manos un poco y la calma de mis nervios no me dejo llorarla hasta el día siguiente.
Mi abuela es recordada por todos como una mujer enérgica y muy fuerte. Mucho más que yo debo decir.
Mi abuela paterna se llamaba Margarita, que significa " perla, criatura de luz o jardín de flores".

sábado, febrero 25, 2006

Cecilia

¿Me recuerdas Cecilia? Hoy te escribiré a ti y a todo lo que te debo. Siempre me oliste a césped fresco y a jabón sin perfume. Siempre limpia y con las coletas derechas. Erais siete hermanos, 5 hembras y dos varones como solía decir tu padre. Las dos teníamos en común la vida de los que no tienen demasiado pero que tampoco viven en la pobreza ni la necesidad. Tampoco pensábamos de niñas que necesitásemos más, que aquel mundo cerrado que era el barrio y nuestros colegios. Si pienso en la amistad, mi mente me trae tu nombre.
A pesar de lo callada que parecías tu no eras la mas tímida de las dos, sino la mas centrada. Yo te animaba a hacer diabluras, como el domingo aquel que íbamos a misa y a la vuelta yo sacudí una morera del parque pequeño para comer los frutos. Al llegar a casa nuestras madres casi me pegan entre las dos porque yo no solo hice que se manchase de moras mi vestido nuevo, también el de tu hermana Isa acabo morado. ¿ Te acordaras tu igual que yo? Yo repetía y repetía que no pasaba nada que la mancha de mora negra, con mora verde se quita y madre no estaba muy segura de que mi intención principal fuese comerme las moras o que ellas hiciesen ese experimento de mezclar moras verdes en la lavadora con el detergente.
Te recuerdo intentando enseñarme sin éxito a jugar a la comba y también a montar en bici después del miedo que le cogí cuando tuve aquel accidente con mi tío. Y sobretodo recuerdo, que mientras estuve en cama sin mover el pie, tu venias a verme todos los días.
Gracias a ti, pude desenvolverme mas o menos con mis patines de bota sin igualar tu agilidad y la de tu hermana Ángeles con los suyos. Gracias a ti, no suspendí gimnasia en el instituto porque me enseñaste ha hacer buenos saques de bolei-boll y a encestar en baloncesto lo suficiente para aprobar.
Tu y yo creamos la danza de las sevillanas locas para hacer reír a mi hermano en la cuna, y tu hermana Loli ( La Lilo en boca de mi hermano) lo llevaba en los hombros y tu herma Ani (la nani) lo solía llevar a cuestas. No me preguntes porqué, pero mi hermano estuvo convencido durante un tiempo de que tu hermana Ani era Mary Poppins, pero que mas da si yo de muy niña creía que el personaje de la abuelita de Pedro en Heidi estaba basado en tu propia abuela a pesar de que ella no era ciega, solo veía muy poco.
Recuerdo cuando aprendí a hacer palomitas y tortitas fritas de desayuno y que las dos nos poníamos moradas los sábados. Teniendo siete hijos, tu madre impuso como norma general que ninguno trajese amigos a casa, así que creo recordar que yo no vi tu habitación hasta los 13 años mínimo. Sin embargo tu me sacaste de la mía varias veces en las que me enterraba en libros. Me ensañaste a jugar yo a ti a volar un poco.
Contigo siempre me lo pasaba bien, me seguías en mis travesuras como la voz calmada de mi conciencia. Juntas conquistamos y gobernamos el arbusto-cabaña de los columpios. Juntas fundamos el EquipoC en una emulación mía del EquipoA de la tele, porque yo estaba convencida que debíamos defender a los perros y gatos del barrio de la banda del Silverio y los mellizos. También hablamos de llamar a la policía si mi vecino volvía a salir con su escopeta de plomos a matar a los gorriones del parque. No se si te conté lo impotente y niña que me sentí el día en que intente prohibírselo y vi como se reía mientras un gorrión caía muerto. Pero fue por eso que suspendí aquella organización nuestra fundada en defensa de los gatos callejeros que tu y yo amábamos.
¿Recuerdas Cesi? Era así como te llamabas entonces, tu precioso nombre no te gustaba y yo te anime a leer Fabiola, así conociste el personaje de la valiente Cecilia, la niña ciega.
Decíamos que éramos familia, porque mi gata Mini e Isidoro, el gato de tu abuela, tuvieron juntos a mi gata Bolita. Tu estuviste conmigo en casi todos los partos de Bolita, eras la única persona ajena a la casa a la que ella dejaba acercarse y me ayudabas a buscarles dueño después de destetarlos para que no tuviésemos que abandonarlos nunca. Y después cuando Bolita y su última camada desapareció (siempre sospecharemos las dos de mi vecino) te pateaste conmigo todo el barrio y alrededores buscándolos. Casi nos metimos bien adentro del campo y claro está casi nos metimos en un buen lió.
Luego de adolescentes nos quedábamos horas en un banco del parque o en los escalones de las cocheras de tu casa solo por el placer de estar juntas y comer montones de pipas con sal o gusanitos. Muchas veces éramos tres. Tú, tu hermana Ángeles y yo. Las tres del grupo que permanecieron fieles cuando hicimos costumbre de tu idea de irnos el domingo con un bocata y una cantimplora de plástico a caminar por el campo. Y nos recuerdo a las tres encerradas con pestillo en mi cuarto, dormirnos con hielo las orejas para agujerearlas con agujas desinfectadas con un mechero y llenarlas de dos o tres pendientes.
Intentaste ayudarme a conquistar mi primer amor de instituto y me acompañaste el día que bajo la lluvia, yo le grite el nombre debajo de su balcón para avisarle que al día siguiente en el instituto había una huelga. Mira que romanticismo Cesi, aquella Julieta con los roles cambiados ya era un aviso de mis desastres amorosos. Tu sin embargo tuviste pronto a muchos chicos detrás. La mayoría con el mismo estilo raper de pantalones anchos que llevabas a los quince, mientras yo me ponía largas faldas y blusas hippie para ocultar los michelines de entonces. Tu me hacía algunas trencitas en mi melena larga adornadas con los hilos del costurero de mi madre y nos turnábamos para pintarnos el pelo la una a la otra con henna.
Supongo que te estoy utilizando como excusa para hablar de mis recuerdos, así que para terminar esta larga suma de memorias hay dos cosas que me gustaría decirte.
Una, que aunque de niñas siempre les pareció a todos, que con tus gafas grandísimas, tu piel tan blanca y ese pelo negrísimo que siempre se te pegaba a la cara, de las dos yo sería la más hermosa. En la adolescencia, no solo demostraste como siempre que eras una luchadora consecuente, sino que te hiciste a ti misma princesa en tu estilo duro, de piel fina y huesos delgados, alta y erguida con tus grandes ojos redondos de hechicera.
Hay también un recuerdo de nuestra niñez que quiero regalarte, lo reviví con la ultima lluvia y leyendo Peter Pan, donde dice el autor que los niños son tan imaginativos porque justo antes de nacer eran pájaros, podían volar y aun lo recuerdan. Cuando en otoño llegaban las lluvias, en el cuadrado de las aceras que pertenecía a los árboles del barrio, solían aparecer unas pequeñas ranitas vivas que nadaban alrededor de ellos y solían saltar por el parque. Tu y yo las cojiamos fácilmente para sentir como se nos resbalaban saltando, pero no entendíamos de donde salían. Con la mejor intención mi padre nos dijo que a él en el colegio le explicaron que las absorbían de las charcas las nubes de lluvia, así que las ranas viajaban volando en las nubes y luego caían con la lluvia en el barrio. No solo lo creímos e imaginamos ranas nadando en nubes de algodón dentro de una burbuja de agua. Tu, Ana y yo decidimos que si absorbían ranas ¿ porque no peces?, así que ese otoño cada vez que llovía fuerte intentábamos escapar al parque para ver por fin el milagro de peces y ranas cayendo del cielo.
Fuimos pájaros Cecilia. Volábamos.