sábado, febrero 25, 2006

Cecilia

¿Me recuerdas Cecilia? Hoy te escribiré a ti y a todo lo que te debo. Siempre me oliste a césped fresco y a jabón sin perfume. Siempre limpia y con las coletas derechas. Erais siete hermanos, 5 hembras y dos varones como solía decir tu padre. Las dos teníamos en común la vida de los que no tienen demasiado pero que tampoco viven en la pobreza ni la necesidad. Tampoco pensábamos de niñas que necesitásemos más, que aquel mundo cerrado que era el barrio y nuestros colegios. Si pienso en la amistad, mi mente me trae tu nombre.
A pesar de lo callada que parecías tu no eras la mas tímida de las dos, sino la mas centrada. Yo te animaba a hacer diabluras, como el domingo aquel que íbamos a misa y a la vuelta yo sacudí una morera del parque pequeño para comer los frutos. Al llegar a casa nuestras madres casi me pegan entre las dos porque yo no solo hice que se manchase de moras mi vestido nuevo, también el de tu hermana Isa acabo morado. ¿ Te acordaras tu igual que yo? Yo repetía y repetía que no pasaba nada que la mancha de mora negra, con mora verde se quita y madre no estaba muy segura de que mi intención principal fuese comerme las moras o que ellas hiciesen ese experimento de mezclar moras verdes en la lavadora con el detergente.
Te recuerdo intentando enseñarme sin éxito a jugar a la comba y también a montar en bici después del miedo que le cogí cuando tuve aquel accidente con mi tío. Y sobretodo recuerdo, que mientras estuve en cama sin mover el pie, tu venias a verme todos los días.
Gracias a ti, pude desenvolverme mas o menos con mis patines de bota sin igualar tu agilidad y la de tu hermana Ángeles con los suyos. Gracias a ti, no suspendí gimnasia en el instituto porque me enseñaste ha hacer buenos saques de bolei-boll y a encestar en baloncesto lo suficiente para aprobar.
Tu y yo creamos la danza de las sevillanas locas para hacer reír a mi hermano en la cuna, y tu hermana Loli ( La Lilo en boca de mi hermano) lo llevaba en los hombros y tu herma Ani (la nani) lo solía llevar a cuestas. No me preguntes porqué, pero mi hermano estuvo convencido durante un tiempo de que tu hermana Ani era Mary Poppins, pero que mas da si yo de muy niña creía que el personaje de la abuelita de Pedro en Heidi estaba basado en tu propia abuela a pesar de que ella no era ciega, solo veía muy poco.
Recuerdo cuando aprendí a hacer palomitas y tortitas fritas de desayuno y que las dos nos poníamos moradas los sábados. Teniendo siete hijos, tu madre impuso como norma general que ninguno trajese amigos a casa, así que creo recordar que yo no vi tu habitación hasta los 13 años mínimo. Sin embargo tu me sacaste de la mía varias veces en las que me enterraba en libros. Me ensañaste a jugar yo a ti a volar un poco.
Contigo siempre me lo pasaba bien, me seguías en mis travesuras como la voz calmada de mi conciencia. Juntas conquistamos y gobernamos el arbusto-cabaña de los columpios. Juntas fundamos el EquipoC en una emulación mía del EquipoA de la tele, porque yo estaba convencida que debíamos defender a los perros y gatos del barrio de la banda del Silverio y los mellizos. También hablamos de llamar a la policía si mi vecino volvía a salir con su escopeta de plomos a matar a los gorriones del parque. No se si te conté lo impotente y niña que me sentí el día en que intente prohibírselo y vi como se reía mientras un gorrión caía muerto. Pero fue por eso que suspendí aquella organización nuestra fundada en defensa de los gatos callejeros que tu y yo amábamos.
¿Recuerdas Cesi? Era así como te llamabas entonces, tu precioso nombre no te gustaba y yo te anime a leer Fabiola, así conociste el personaje de la valiente Cecilia, la niña ciega.
Decíamos que éramos familia, porque mi gata Mini e Isidoro, el gato de tu abuela, tuvieron juntos a mi gata Bolita. Tu estuviste conmigo en casi todos los partos de Bolita, eras la única persona ajena a la casa a la que ella dejaba acercarse y me ayudabas a buscarles dueño después de destetarlos para que no tuviésemos que abandonarlos nunca. Y después cuando Bolita y su última camada desapareció (siempre sospecharemos las dos de mi vecino) te pateaste conmigo todo el barrio y alrededores buscándolos. Casi nos metimos bien adentro del campo y claro está casi nos metimos en un buen lió.
Luego de adolescentes nos quedábamos horas en un banco del parque o en los escalones de las cocheras de tu casa solo por el placer de estar juntas y comer montones de pipas con sal o gusanitos. Muchas veces éramos tres. Tú, tu hermana Ángeles y yo. Las tres del grupo que permanecieron fieles cuando hicimos costumbre de tu idea de irnos el domingo con un bocata y una cantimplora de plástico a caminar por el campo. Y nos recuerdo a las tres encerradas con pestillo en mi cuarto, dormirnos con hielo las orejas para agujerearlas con agujas desinfectadas con un mechero y llenarlas de dos o tres pendientes.
Intentaste ayudarme a conquistar mi primer amor de instituto y me acompañaste el día que bajo la lluvia, yo le grite el nombre debajo de su balcón para avisarle que al día siguiente en el instituto había una huelga. Mira que romanticismo Cesi, aquella Julieta con los roles cambiados ya era un aviso de mis desastres amorosos. Tu sin embargo tuviste pronto a muchos chicos detrás. La mayoría con el mismo estilo raper de pantalones anchos que llevabas a los quince, mientras yo me ponía largas faldas y blusas hippie para ocultar los michelines de entonces. Tu me hacía algunas trencitas en mi melena larga adornadas con los hilos del costurero de mi madre y nos turnábamos para pintarnos el pelo la una a la otra con henna.
Supongo que te estoy utilizando como excusa para hablar de mis recuerdos, así que para terminar esta larga suma de memorias hay dos cosas que me gustaría decirte.
Una, que aunque de niñas siempre les pareció a todos, que con tus gafas grandísimas, tu piel tan blanca y ese pelo negrísimo que siempre se te pegaba a la cara, de las dos yo sería la más hermosa. En la adolescencia, no solo demostraste como siempre que eras una luchadora consecuente, sino que te hiciste a ti misma princesa en tu estilo duro, de piel fina y huesos delgados, alta y erguida con tus grandes ojos redondos de hechicera.
Hay también un recuerdo de nuestra niñez que quiero regalarte, lo reviví con la ultima lluvia y leyendo Peter Pan, donde dice el autor que los niños son tan imaginativos porque justo antes de nacer eran pájaros, podían volar y aun lo recuerdan. Cuando en otoño llegaban las lluvias, en el cuadrado de las aceras que pertenecía a los árboles del barrio, solían aparecer unas pequeñas ranitas vivas que nadaban alrededor de ellos y solían saltar por el parque. Tu y yo las cojiamos fácilmente para sentir como se nos resbalaban saltando, pero no entendíamos de donde salían. Con la mejor intención mi padre nos dijo que a él en el colegio le explicaron que las absorbían de las charcas las nubes de lluvia, así que las ranas viajaban volando en las nubes y luego caían con la lluvia en el barrio. No solo lo creímos e imaginamos ranas nadando en nubes de algodón dentro de una burbuja de agua. Tu, Ana y yo decidimos que si absorbían ranas ¿ porque no peces?, así que ese otoño cada vez que llovía fuerte intentábamos escapar al parque para ver por fin el milagro de peces y ranas cayendo del cielo.
Fuimos pájaros Cecilia. Volábamos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Princesa de Macondo. Siento no haberte escrito antes pero en los ultimos tiempos las horas se escurren entre mis dedos como el agua, los vientos de cambio que se avecinaban, llegan trepidantes envolviendome en un cumulo de sensaciones y acontecimientos... Enredado en esta loca y excitante voragine de la que no quiero salir pierdo la percepcion del tiempo y en mi propia odisea enloquezco embriagado por el canto de las sirenas.
Aunque debo decir que también noté tu ausencia en este mundo imaginario donde se confunden las letras con los megabites.
Espero que sigas siendo feliz y nos encontramos por aquí.