martes, noviembre 01, 2005

Caricias



La otra noche fuí a casa del poeta,
Su pelo se sentia solo y necesitaba una caricia. Mi ternura estaba llena, y buscaba sitio donde vaciarse. Me pareció infinitamente tierno que aquel hombre de mirada distante en sus ojos de almendra me pidiese compañía, como las decenas de gatos que recogí en la calles de mi niñez y abraze en mi cama para que no muriesen de frio. Ellos respondian mejor a mis caricias porque el frío de la calle les calaba los huesos ¿Porqué la pidío entonces el poeta de ojos almendrados?.
Y fuí traicionera. Porque intensifique su dulzura para que fuese deseo y ninguno quería al otro, pero ya solo fué su piel y mi piel. Repitió con sus dedos los mismos gestos que aprendió en otros cuerpos y yo quise que los mios fueran nuevos y reinventados. Quizás hubieran sido igual sus manos en otro cuerpo que no el mio, pero no recibí mucho menos de lo que yo le daba.
Y me vacié. No supe ofrecerle mi dulzura sin ofrecerle también mi cuerpo y pedirle a cambio que me prestase su piel para dormir sobre ella. Ni sexo por sexo, ni sexo por amor, esa noche mi cuerpo descubrió una nueva variante; caricias contra el hastío, sexo contra y para la soledad por vencerla en un engaño en el que ni siquiera yo pude mentirme.
Si ya no soy capaz de ser tierna ni a través del sexo, y si solo una boca que tapa otra boca y una mano sobre mi cara abierta ya no me calma la sed ¿Donde estoy ?
Y ahora recuerdo cuando tenía 15 años y soñaba con lo especial del primer beso, cuando pensaba que no podría besar a nadie sin estar casi al menos enamorada, cuando creia que las caricias son un bien preciado que no debe regalarse. Sin arrepentirme, me veo ahora en el casi otro extremo jugando con el otro hasta con mis dientes, abrazando a los hombres con mi lengua. Disfruto de mi cuerpo como una hija de Lilith ante una legión de dioses.
Miedo a no quererle nada y miedo a quererle demasiado, y el peor de todos el miedo de estar cerca de no necesitar amar a nadie. Esta independencia suprema, esta constumbre a la soledad, no la quiero, llevaosla por favor llevaosla!.
Siento ternura y no deseo ahora por estos ojos almendrados, a pesar de haberle probado y de haberme reido de mi misma entre sus brazos.
Me dijo días antes que tenía ganas de enamorarse y yo sabía que no hablaba de mi, de la misma forma que sé que no puedo ni se amar a nadie ahora, que a mi casi se me ha olvidado como se quiere a alguien mas allá de uno mismo. ¿Ternura o deseo?¿ o los dos mezclados? ¿ que puedo dar? ¿que quiero tener?.
Y solo por el beso que me dio en la frente, por lo que guardaba y no me dió, volvería sin embargo a abrazarle desnudo e intentaría acariciar su corazón, metería mi mano en su pecho para frenar la sangre de cualquier herida que tuviese, porque a pesar de su fuerza me vi en la soledad distante de sus ojos de almendra como en un espejo. Pero él era la rosa, esa noche flotando entre mis juegos por primera vez otro jugo a ser el cielo y yo fuí la tierra.
Antígona

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